miércoles, 6 de noviembre de 2013

Cuidado... Se me desperto el indio !!!

Savaged es un film estadounidense dirigido por Michael S.Ojeda. Protagonizado por la debutante Amanda Adrienne en el papel de Zoe y gran elenco, en la mayoria, debutantes tambien.


Si tengo que buscar una palabra para describir al film, sin duda alguna la palabra seria: "Salvaje"
Desgraciadamente, esta excelente cinta no fue estrenada de manera oficial en salas de cine, pero en la Republica Argentina, tuve la suerte de poder disfrutarla dentro del marco del festival "Buenos Aires Rojo Sangre" nro 14.
Este film, cuenta la clasica historia de: Chica sometida + tortura + violaciones y finalmente... Ya se imaginan.  
Como giro sobrenatural, en el formato clásico de venganza, estilo "I Spit On Your Grave".
La desdichada señorita, llamada Zoe, realmente muere en manos de sus degenerados captores, pero un indio medico brujo de la zona encuentra su cadaver y mediante un ritual ancestral intenta revivirla. Su intento fue fallido, porque no solo el alma de la srita retorno a su cuerpo, tambien lo hizo el espiritu de un antiguo guerrero y jefe indio asesinado por los ancestros de estos villanos. Este espiritu, tambien clamaba por venganza y dentro del cuerpo de Zoe comenzo una descenfrenada matanza.
Claro, el tiempo es tirano y el cuerpo de Zoe se descompone rapidamente, asi que tiene que apurarse y no perder tiempo si quiere vengarse de todas las personas que tanto mal le hicieron.


La historia se desarrolla en Nuevo Mexico, un pueblo de los Estados Unidos extremadamente racista donde muchos de sus habitantes matan a los nativos americanos solo por odio racial. Un mal lugar para que llegue el novio de Zoe. Una persona de raza negra que llega al pueblo en busca de su amada desaparecida. Obviamente, no es bienvenido.

La pelicula es bastante sangrienta y muy bien actuada a pesar de que la mayoria de los actores del film son actores novatos.
Su director, describio la pelicula como "un regreso a los films de terror clásicos como Evil Dead, Amanecer de los muertos y Frankenstein, por ejemplo.



En un reportaje que Michael Ojeda brindo al BARS 14, el director de "Savaged" conto que ademas de dirigir el film, tambien es el director de fotografía y así pudo estar en el control de la estética de la película. Con las opciones de lentes e iluminación trataron de darle una mirada lo más natural posible. Definitivamente, la película termino saliendo tal cual la planearon y opino luego que no hay nada que se le parezca, que hay un montón de otras películas de imitación por ahí - y está bien que muchos se inspiren en otros trabajos - pero este no es el caso.
Tambien manifesto que su deseo es que el publico salga del cine con un sabor agridulce en la boca. Si puede conseguir una lágrima, mejor todavia. La película corresponde al genero "terror" pero tambien esta llena de accion. Desde un principio, su objetivo fue hacer una película de terror donde la gente quede con lágrimas en los ojos.


El film, estudiandolo en detalle, tiene mil fallas. Pero realmente es muy entretenido y recomendable.
Una pena que tengamos que esperar festivales o "proyecciones especiales" para poder disfrutar de este tipo de cine.
Este año, tuve mucha suerte con las peliculas que elegi ver dentro del festival. Desgraciadamente la semana paso muy rapido.
Ahora, solo resta esperar un año (casi nada) hasta el proximo festival "Buenos Aires Rojo Sangre"

 
Savaged Trailer (Horror Movie 2013) from Cinema Miedo on Vimeo.

lunes, 4 de noviembre de 2013

La muerte del video club

Los avances tecnológicos implican cambios que siempre son vistos como una amenaza por quienes no pueden, no quieren, o no saben adaptarse a ellos. El MP3 barrió del mapa las tiendas de discos y amenaza seriamente a las compañias discograficas, ahora son los videoclubes los que se enfrentan a la extinción. ¿Está el videoclub herido de muerte? ¿Es por culpa de la piratería? No se pierdan este especial sobre el alquiler videográfico.


Dicen que todo en la historia tiende a repetirse, y desde luego lo que sucede ahora con los videoclubes no deja de ser tremendamente irónico. En 1979, El grupo The Buggles azotaba las listas de éxitos musicales con el hit Video killed the radio star (el vídeo mató a la estrella radiofónica), cuyo estribillo quedó grabado a fuego en la memoria de muchos. Básicamente, su letra hace referencia a la llegada de los grabadores de vídeo domésticos (VTR – Video Tape Recorders), a la sorpresiva y rápida expansión de los primeros videoclubes, y a la supuesta amenaza que representaba para medios “tradicionales”. Ahora, 32 años después, podemos afirmar con rotundidad que la radio no sólo no ha perdido su estrella, si no que todavía está más cerca de sus oyentes (podcasts, emisiones por Internet, radio digital).


Pero a principios de los años 80 no era la radio la que se veía en jaque, sino la industria de Hollywood. Por primera vez en 85 años de proyecciones, las distribuidoras debían adaptarse al cambio o perder parte importante de sus ingresos. Si sus propios clientes podían grabar los contenidos de la televisión o alquilar las películas en el videoclub, ¿que razón les empujaría a seguir acudiendo al cine? Como bien sabemos ahora, su enfoque era netamente erróneo, ya que los factores novedad y calidad son valores insustituibles. Pero las “majors” supieron reaccionar rápido, pese a su postura inicialmente defensiva, y pronto comenzaron a distribuir films para alquiler en VHS y Betamax con tan sólo medio año de diferencia respecto a su estreno.
Esa diferencia de seis meses es lo que hoy conocemos como “ventanas de protección“, un tiempo necesario para separar la proyección cinematográfica de la distribución doméstica en VHS. De esa forma nos vendían dos veces el mismo producto. Así, la industria del cine, que hasta entonces contaba con dos fuentes de ingresos estables (la venta de entradas y la emisión por TV), se topó con una nueva y lucrativa vía: la venta y alquiler de vídeos. Todo el mundo quería tener un vídeo, y todo el mundo acabó teniendo uno. En Estados Unidos los videoclubes comenzaron a brotar como setas , y la fiebre del cine doméstico se extendió a Europa. En España en 1985 ya había cientos de videoclubes distribuidos por toda la geografía nacional. Y a pesar de ello el público seguía acudiendo al cine, para sorpresa de los más catastrofistas agoreros de Hollywood.

 

Se enrosco el videocasette, un problema bastante común con algunos reproductores.

Quienes pasan los treinta años de edad, seguramente recordaran aquellas estanterías repletas de enormes cintas de toscas carátulas (la gran mayoria ilustradas). Exitos de Hollywood junto a producciones de series B y Z. Casi me atrevo a decir que podría situar con exactitud en GoogleMaps todas aquellos videoclubes de barrio repletos de VHS, lugares en los que ahora hay una agencia de viajes, una inmobiliaria, un Burger King, un Mac Donalds o un templo evangelico.

A finales de los 80 se puso de moda “piratear” las películas de alquiler. Para ello tan sólo hacía falta tener un segundo grabador (o un grabador de doble cabezal) y una cinta virgen donde grabar la película original. Esto, que perjudicaba claramente la venta de películas legales en tiendas , beneficiaba a los videoclubes, que veían como algunos clientes alquilaban compulsivamente todas las novedades y clásicos por un costo mucho mas bajo que los locales que solo trabajaban con material original. El negocio "del trucho" era muy conveniente para el dueño del video y para el consumidor, pero perjudicaban seriamente a las videoeditoras. Algunos dueños de videoclubes llegaron a infringir la ley de propiedad intelectual cientos de veces. De todas maneras, era mas conveniente pagar las multas y seguir comprando peliculas piratas porque con ellas se incrementaban notablemente el número de alquileres y las multas se "pagaban solas".
Lo curioso es que, si lo pensamos friamente, una persona que alquilara 50 películas para grabarlas en casa, estaba pagando más dinero a la distribuidora que una que hubiera comprado tan sólo 5 películas originales. Además, las cintas vírgenes ya incluían un canon de compensación. Paradojas de la ley de propiedad intelectual y de una industria que nunca supo adaptarse a los hábitos de consumo. La gente era cada vez más cinéfila y quería ver más cine, pero los precios de las novedades seguían siendo prohibitivos. Los precios de las peliculas originales en el auge del VHS eran un verdadero despropósito. De ahí el continuado éxito del videoclub; novedades, películas de catálogo y la posibilidad de grabarlas.

En lugar de ofrecer precios más populares, las entidades de gestión de derechos y las distribuidoras nos machacaban a todos con anuncios sobre la piratería antes de cada película y con ineficientes sistemas anticopia. Muchos aún recordamos el aviso legal del ministerio de cultura, ese texto blanco sobre fondo azul que tocaba pasar rápido antes de cada película, y que solía ser la parte más machacada del VHS. “La copia de este material videográfico es un delito penado con multas de tal y cuál bla bla bla“.
Una larga hegemonía.
Desde 1984 hasta 1998 los videoclubes fueron negocios muy rentables que dieron trabajo a muchas personas. Pese a la llegada de las televisiones privadas y de los canales de satélite después, el público seguía apostando por el cine de novedad sin interrupciones publicitarias, y muchos dueños de videoclubes expandieron sus negocios a nuevas zonas.
Es más, frente al clásico videoclub de barrio vimos nacer un nuevo modelo de videoclub/tienda, al estilo de la cadena americana Blockbuster, en el que se podían alquilar videojuegos de consola, comprar chucherías, golosinas, gaseosas, cigarrillos, películas de segunda mano e incluso revelar fotografías. Algunos iban al videoclub por cigarrillos y se traían dos películas, y otros iban a por dos películas y volvían con un helado y dos bolsas de papas fritas.


Por supuesto, en esos 14 años hubo locales que cerraron por coyunturas geográficas o por una mala gestión, pero también hubo muchos otros que se convirtieron en lugares sagrados, visitados por gente de toda la ciudad, y que proporcionaron grandes sumas de dinero a sus propietarios.

La llegada del DVD Vídeo...

Aunque existieron otros formatos que intentaron sustituir al VHS y que pegaron fuerte en Estados Unidos y Asia, como el LaserDisc y el VideoCD, aquí en Argentina apenas tuvieron repercusión. Para disfrutar del “cine digital” tuvimos que esperar aproximadamente al año 1998 con la llegada de las primeras películas en formato DVD, el entonces llamado “formato del futuro”.


El DVD ofrecía gran calidad de imagen y sonido, múltiples pistas de doblaje, material extra, y desterraba todas aquellas incomodidades del VHS: adiós a rebobinar y adiós a los “enganches”. No se podía grabar, pero se veía tan bien que pronto todo el mundo quiso tener un aparato de DVD en su casa. En apenas 3 años pasó de ser un soporte carísimo para tecnófilos, a extenderse por completo entre la población argentina. Así, bien entrado el año 2000, el DVD comenzó a sustituir al VHS de forma masiva en los videoclubes, revitalizando un sector que comenzaba a flaquear frente a los canales de pago por satélite y cable. Casi podríamos decir que los videoclubes experimentaron una “segunda juventud” gracias a este nuevo formato.

Otra vez, el pirateo de videoclub...

Aunque el sistema de protección del DVD ya había sido reventado años antes, no fue hasta 2003 que las grabadoras de DVD se extendieron y sus consumibles (DVD-R y DVD+R) se abarataron. Así, de 2003 a 2004 volvió a repetirse el fenómeno de finales de los 80; muchos clientes alquilaban decenas (¡cientos!) de películas en el videoclub para grabarlas en DVD en su propia casa.


Por primera vez se resentían las ventas de DVDs originales, mientras algunos videoclubes se frotaban las manos ante el panorama. Los coleccionistas de DVD, hartos de pagar sumas irrisorias por las novedades, se pasaban al DVD-R y se hacían copias de las mismas. No obstante, esta tendencia pronto comenzó a truncarse según fue aumentando el ancho de banda en Argentina y aparecieron nuevos sistemas de descargas P2P por Internet.

El P2P estalla en Argentina...

Primero fue Napster, luego KaZaa, y finalmente Ares o eMule. Tras varios años de lucha contra las diferentes redes de intercambio de archivos, las tiendas de música en Compact Disc tuvieron que bajar la persiana. No podían reiventarse, y no se podía luchar contra lo que era gratis. Las distribuidoras no cedían con los precios de las novedades, y el mercado no estaba suficientemente 
maduro para adoptar una plataforma de descargas legales como iTunes (sin contar el elevado precio de los productos de Apple).


Que el DVD corriera la misma suerte era cuestión de tiempo, puesto que en 2004 bajarse un DVD-Rip (versión reducida del DVD) apenas llevaba unas horas. Este fue el principio del fin para los videoclubes. Quienes meses antes alquilaban DVDs, ahora se limitaban a dejar el ordenador encendido, descargando compulsivamente todas aquellas películas que aparecían referenciadas en las páginas “índice”.
Al fenómeno de intercambio de archivos por Internet había además que sumarle el intercambio en mano (amigos o familiares que se prestaban sus películas descargadas) y el TOP MANTA. Todos aquellos que no sabían o no podían descargar de Internet, tenían a su disposición miles de “manteros” en las calles más concurridas de cada ciudad. Vendedores ilegales que ofrecían por unos pocos pesos estrenos de cine en calidad “screener”, o copias de DVDs de videoclub en soportes DVD-R. Un comercio que parece que no podrá erradicarse de las calles argentinas mientras la gente no tenga mayor conciencia de lo que ocurre cuando compra material ilegal.

Y se acabó el negocio…

En el año 2006 el panorama no podía ser más desolador: Blockbuster cierra sus puertas. Mientras los usuarios mas melomanos todavía apreciaba (y aprecia) coleccionar DVDs, o pagar esa cuota mínima por disfrutar de una novedad original, la gran mayoría del público argentino confundió el derecho a la cultura con la descarga ilimitada y sin costo.

 

Todavía, y aunque no lo puedan creer, hay mucha gente que dice que los videoclubes cerraron porque eran un modelo de negocio obsoleto, o por sus elevados precios de alquiler, en el fondo todos sabemos que la culpa fue casi al 100% por la piratería.  Por barato que sea un alquiler, no se puede competir con algo que evita desplazamientos y encima es gratis (o al menos lo parece). Si el pan pudiera bajarse de Internet, no habría ninguna panadería abierta, por barato que fuera el kg de pan, o por mucho que nos dijeran que cometíamos un delito al hacerlo.
Argentina es, con datos objetivos, uno de los países donde menos aprecio y respeto se tiene por los derechos de autor (libros, discos, películas), donde existe la percepción de que la industria está compuesta únicamente por cantantes, directores o escritores millonarios, cuando la realidad es que mantiene a muchísima gente con sueldos extremadamente bajos. Sin ir más lejos, los pobres chicos y chicas que nos atendían en el videoclub a media jornada formaban parte de ese engranaje, y fueron despedidos por eMule, Megadownload, y BitTorrent entre otros, no por un cerdo capitalista (como dirían algunos).
No suelo ponerme como ejemplo en ningún artículo, porque creo que el autor debe permanecer siempre en segundo plano por detrás de lo que expone, pero en este caso me gustaría decir que realmente me hace enojar no poder alquilar películas en mi videoclub de siempre, que estaba a pocas cuadras de casa, sólo porque hay cientos de miles de personas que piensan que pagar 15 pesos por alquilar es de idiotas. Me da bronca que mi única opción sea comprar originales o usar programas P2P, y me calienta todavía más alquilar en iTunes, porque es realmente caro y estas limitado solo a sus dispositivos.


Recuerdo con añoranza mi videoclub de siempre (Video Club Sol), donde la chica que me atendía sabía mi número de socio de memoria, me reservaba las películas, y me saludaba con afecto al entrar, y pienso que no es justo que todo esto haya terminado así. Que los videoclubes eran casi un servicio público, y que han muerto porque somos un país que no respeta las leyes. Sí, aún quedan algunos locales de alquiler que resisten en las trincheras, pero es evidente que no tardarán en caer.  El videoclub, oficialmente, está muerto. Apenas hay 4 locales en ciudades donde antes había 200. Sé que era ley de vida que el negocio se reconvirtiera a las descargas digitales, pero como diría Switch en Matrix, “NOT LIKE THIS… NOT LIKE THIS…“.
De momento mi único consuelo es contar con alternativas como Netflix, con las que este fin de semana me he hinchado a ver cine por una suma razonable de suscripción mensual. Y espero que este modelo y el de Spotify triunfen como se merecen. Para todo lo demás, me queda la nostalgia de aquél videoclub en el que un día alquilé Leprechawn o Maniac Cop por primera vez.